Cada leyenda italiana está llena de encanto, magia y figuras mitológicas que adentran al lector a escenarios inimaginables.
La leyenda del Ostio y los romanos
Esta leyenda cuenta la historia de unos romanos que habían llegado a Cerdeña atraídos por las minas de oro que había en ese lugar. Sin embargo, los lugareños no estaban de acuerdo con eso, ya que temían por el hecho de que fueran a reconquistar sus tierras.
Estos resolvieron esconderse para atacarlos, pero se dieron cuenta que los romanos estaban mejor armados, así que optaron por no seguir con el plan. Un joven valiente, llamado Ostio, convenció al resto de los jóvenes para ir a pelear.
Cuando sus padres se enteraron salieron de inmediato a ‘vengar la muerte de los jóvenes’, ya que fue lo primero que se les ocurrió que habían hecho con sus hijos. Por sorpresa, cuando llegaron se dieron cuenta de que los romanos habían creado un grupo con estos jóvenes. Su propósito no era luchar, sino conocer y relacionarse con personas valientes.
La sirena de Leucacia
Cuenta la leyenda que la fundadora de la ciudad de Leuca fue una sirena llamada Leucacia, la cual encantaba a las personas con su cantar.
Nadie podía resistirse a su armoniosa voz, a excepción de un apuesto pastor que conoció, llamado Melisso.
Días más tarde los descubrió a él y a su amada abrazándose en una roca. Esto ocasionó que Leucacia se enojara y desencadenara una tormenta marina.
Como resultado, los jóvenes se ahogaron ante inminentes olas y terminaron separados en polos opuestos.
La diosa Minerva al ver esto desde su templo petrificó los cuerpo de Melisso y Ristola, su amada.
Desde ese entonces cada una de las extremidades de ese lugar lleva por nombre Punta Melisso y la otra Punta Ristola. Estos personajes a su vez están representados por unas esculturas con sus nombres en dichas puntas.
La leyenda de la madre del vino
Hace muchos años la vid no producía frutos, convirtiéndose en una planta inútil para los campesinos. Así que uno de estos decidió cortarle las ramas, quedando solo los troncos.
La vid, al verse en ese estado, comenzó a llorar sin derramar una sola lágrima. Además, nadie de la naturaleza le prestaba atención. Todos estaban entretenidos con el canto de un ruiseñor.
De repente, a la vid se le ocurrió pedirle a ese pájaro que la ayudara para que las lágrimas brotaran de ella y de esa manera, tal vez, pudieran resurgir sus hojas. El ruiseñor aceptó y se posó sobre ella clavándole sus filosas uñas sobre la corteza, a la vez que cantaba una armoniosa melodía.
Inmediatamente, la vid comenzó a crecer y le salieron hojas verdes. Sin embargo, esta se comportó con él de manera desagradecida. Un día el pájaro pasó por su lado y esta lo atrapó con sus ramas, ocasionándole la muerte. Las estrellas al darse cuenta de la situación decidieron convertirlo por conmiseración en uva, para que todos quedaran encantados al probarlo.
