Algunas notas, pensamientos de Gabriel García Márquez sobre Bogotá, mensajes recopilados por la Fundación que lleva su nombre y que fomenta la cultura a lo largo del territorio nacional, una extensa labor con diversas aristas y focos, pero todos con el legado del escritor como bandera.
Notas – Nostalgia por Bogotá
Cuando volví a estudiar, en 1943, Bogotá era todavía una magnífica ciudad, pequeña, humana, que realmente empezaba en la plaza de Bolívar y terminaba en San Diego. Cuando pienso en esa Bogotá, lo que siento es una inmensa nostalgia, una inmensa nostalgia de los grandes momentos que viví. Me formé aquí. Primero como estudiante y después como periodista. Llegué a El Espectador, fui su corresponsal y seguí permanentemente vinculado a la HJCK.
Notas – Capital fría y gris
Yo era un muchachito cuando vine por primera vez a Bogotá. Había salido de Aracataca con una beca para el Colegio Nacional de Zipaquirá, y luego de un viaje endiablado por el río y una trepada feroz de la montaña en tren, tuve mi primer contacto con la capital –que era un lugar lejanísimo, un verdadero otro mundo– en la estación de ferrocarril. Iba de la mano de mi acudiente, porque entonces la distancia entre el hogar y el estudiante obligaba a que a este le nombraran un acudiente, y todavía tenía miedo de morirme de una pulmonía, pues en la Costa se hablaba de que los calentanos no soportaban el frío de Bogotá.
Pero, bien abrigado y todo, me monté en un carro con mi acudiente y empecé a ver esa ciudad yerta y gris de las seis de la tarde. Había miles de enruanados, no se oía ese alboroto de los barranquilleros, y el tranvía pasaba con cargamentos humanos.
Cuando crucé frente a la Gobernación, en la avenida Jiménez abajo de la 7ª, todos los cachacos andaban de negro, parados ahí con paraguas y sombreros de coco, y bigotes, y entonces, palabra, no resistí y me puse a llorar durante horas. Desde entonces Bogotá es para mí aprehensión y tristeza. Los cachacos son gente oscura, y me asfixio en la atmósfera que se respira en la ciudad, pese a que luego tuve que vivir varios años en ella. Pero, aún entonces, me limitaba a permanecer en mi apartamento, en la universidad o en el periódico, y no conozco más que estos tres sitios y el trayecto que había entre unos y otros; ni he subido a Monserrate, ni ha visitado la Quinta de Bolívar, ni sé cuál es el Parque de los Mártires.
La Bogotá diversa del presente
Bogotá ha cambiado mucho. Ya Bogotá es una síntesis de todo el país.
El falso pleito entre costeños y cachacos
En Colombia hay dos mentalidades que se presentan lo mismo en la Costa que en Bogotá. Una mentalidad que se avergüenza de los valores nacionales y se muere de la pena de ser colombianos. Esos que se sienten muy universales son de un provincianismo asqueroso, la otra es la gente echada pa’lante (…). Ese pleito falso entre costeños y cachacos se debe acabar, porque el problema no es de regiones, sino de mentalidad.